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Mamar, el acto que más nos define como mamíferos


Como todo buen mamífero, el instinto del bebé justo al nacer es buscar el pecho para

alimentarse. Y sí, son capaces de llegar hasta él solitos, tan solo necesitan confianza y paciencia por nuestra parte.


Nace el bebé y, si es un parto respetado, te lo colocas encima de la barriga, ahora vacía.

Pero con el corazón más lleno que nunca.

Os miráis. La pequeña personita que acabas de conocer, pero que sientes que ha formado parte de ti des de siempre está en alerta tranquila, recibiendo más estímulos que nunca. Tiene en ese momento un objetivo, el alimento.


Ellos lo saben. Saben que el cuerpo que están sintiendo debajo del suyo y que tanto

conocen es el que tiene ese recurso. Van a por él.


El bebé se impulsa con las piernas, se arrastra hacia arriba, ladea la cabeza de lado a lado,

se lame las manos, busca con la mirada esa areola y pezón oscuros, y con el olfato ese olor

que les es tan familiar, finalmente encuentra con el tacto y se agarra al pecho de forma

espontánea.


Sin ayuda.

Sin forzar.

Acompañado.

Respetado.


Y poder experimentar el agarre espontáneo, sin directrices, dejando fluir el momento, confiando en nuestro bebé recién llegado al otro lado de nuestro cuerpo. Ese agarre que será perfecto y que le aportará una impronta en su boca y su cerebro, que le indicará realmente qué es lo que le proporcionará el alimento. Y el apego, el amor, el cariño, un apagador de llantos, una fábrica de sonrisas, caricias, canciones a susurros y ese vínculo que os une, que es único, con fecha de caducidad.


Berta Serrano Jofre

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